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La imaginación es mas importante que el conocimiento

lunes, 20 de agosto de 2012

Leyenda del Conde:"QUE EL EMBUDO TRAGUE A TU HIJO"


El verano avanzaba deprisa y los criados del conde aprovechaban toda la luz del día para hacer las tareas de segar, acarrear, trillar y aventar. Los montones en las eras iban creciendo diariamente a medida que se iba trillando el grano. Cuenta la leyenda que todos los veranos eran tan grandes los montones de trigo y paja que se veían desde los pueblos de alrededor.


Pero al conde siempre le parecía poco. El avariento señor cada año creía que recogía menos. Siempre se estaba quejando, mandaba barrer las parvas hasta escarbar en la tierra para no desperdiciar ni un grano. Tenía cuadrillas de espigadoras que iban por las tierras después de acarrear para que no se perdiera ni una espiga, tal era la avaricia y la ambición que paseaba por las noches por entre los montones por ver si alguien le quitaba algo, y a la luz de la luna dejaba caer puñados de dorado trigo imaginándose que era oro brillante lo que tocaba con las manos.

Pero una noche cuando paseaba por las eras vio la sombra de un hombre como queriendo coger algún puñado de trigo del montón y echárselo en una alforjilla que llevaba. Viendo el conde al vagabundo le hizo cara y le mandó volcar las alforjas de grano que el conde creía que le había robado. No cayó nada, pues aún no le había dado tiempo al haraposo de robar , pero ya que estaba frente al dueño de tanta riqueza le pidió una limosna o unos puñados de trigo.
Sabido es que al conde no le caían bien esa jarca de carcamales y menesterosos que vagabundeaban por los pueblos pidiendo limosna.
¡No! - Contestó el usurero aristócrata dando un empujón al mendigo. -¡No y cien veces no! No te daré limosna ni grano, vete de aquí ahora mismo, que ha sido un mal año y no tengo casi ni para comer yo. Dijo el ricachón dando empujones y puntapiés al trotamundos para echarle de sus posesiones.
En un empellón el errante haraposo se llegó a caer al suelo y el avariento seguía dándole patadas, y el vagamundo blasfemando le dijo una maldición:
"QUE EL EMBUDO TRAGUE A TU HIJO"


El trotamundos consiguió alejarse de Torredondo todo lo deprisa que pudo, mientras que el manicorto dueño de esos terrenos se quedó dando vueltas a lo que podía significar la maldición.
Tenía el conde un hijo adolescente que le gustaba montar a caballo y era igual de cicatero y avaro que su padre. Iba con el caballo y el látigo a ver como segaban sus criados, si lo hacían bien, si no se perdía ni una espiga si almorzaban sobre la marcha sin parar sin apenas perder tiempo para beber y mil cosas mas que el tacaño jovenzuelo aprendió de su progenitor y ponía en práctica. Pasaba ese día por unos prados de su propiedad que se llamaban Sotopalacio por ser un frondoso terreno lleno de fresnos y agua abundante y estar situado en un caserío que se llama Bernuy de Palacios o Bernuy de Riomilanos.
Como el calor apretaba se bajó del caballo y desnudándose excepto el calzón se dispuso a dar un baño en el río. Había un bodón hermoso que se llamaba “ Los Berrales” y como era a principio de verano había gran caudal de agua. Cual no sería la sorpresa para el adolescente muchacho cuando vio que el agua le succionaba para adentro, como si tuviera una piedra en los pies, un remolino le hacía dar vueltas sin poder escapar por mas que manoteaba, el implacable embudo de agua le tragó.
Llegado el anochecido y viendo el conde que su hijo no volvía mandó a todos sus criados ir a buscarle. Vieron al caballo atado a un árbol, y asomándose en el río vieron al joven ahogado trabado en unos juncos. Observando el personal cual podía ser la razón de haberse ahogado vieron como un remolino de agua en el bodón de los Berrales se tragaba cualquier cosa que echaran, ramas de árbol, maderas, y hasta una gavilla de trigo que echaron a dicho torbellino, vieron como era engullida por las fauces acuáticas, y al cabo de mucho rato de dar vueltas eran despedidas rio abajo las cosas que caían en el embudo.


Así es como el conde se llegó a explicar la maldición que el mendigo le echara:

“Que el embudo trague a tu hijo”
El bodón de Los Berrales, yo le he conocido, ha llegado a existir hasta finales del siglo XX. La juventud de Madrona, de Torredondo y muchos viajeros de Segovia acudían a ese prado de Sotopalacio a bañarse en verano, pero luego la sequía que hay en todo el rio Milanillos le ha hecho desaparecer. El bodón de Los Berrales y su remolino era muy famoso entre los jóvenes. Mas de uno se atrevió a echar un pulso al embudo y se llevó algún disgusto, pues te succionaba irremediablemente, y el caudal de agua era muy grande.


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