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La imaginación es mas importante que el conocimiento

viernes, 7 de marzo de 2014

La losa de CEPONES


La losa de Cepones

El reparto del agua siempre ha sido problemático, es un bien que durante algunos meses al año es muy escaso. y el agua es muy preciado para la vida de las personas y de los animales.

 Existía  un pueblecillo llamado Cepones en la falda de la sierra de la Mujer Muerta. Salvo en invierno primavera y otoño que tenía abundancia de agua algunos meses de verano eran duros para la subsistencia  por la escasez de ésta. Pero no tenía otra solución. Lo poco que había se lo repartían los ceponeros con buena amistad. El problema vino cuando una reina de España consintió en hacerse un hermoso palacio aguas abajo de donde se suministraban los habitantes de Cepones.

         Un verano tras otro una lucha sin cuartel por el agua. ¿Quién tenía mas derecho  la reina para su palacio o los habitantes de Cepones que desde tiempo desmemoriado se venían abasteciendo del riachuelo?

             Tras varias discusiones y con las amenazas de la reina, tuvieron que transigir los lugareños a un reparto de agua que no les convencía mucho pero no había otra solución:

“Dos partes para Cepones y una para el palacio”.

         Pero ¿Cómo se dividirían las partes?. Viene de antiguo el reparto de agua en “tejas”, que es la clásica teja árabe  de canal, haciéndola pasar el agua por ella.

         Mandaron a un cantero construir una gran losa de piedra en la que estaba esculpida una cacera en un canal. Hacia la mitad de esta losa la cacera se dividía en tres tejas de las cuales iban para el arrabal de Cepones dos y la otra al palacio.. A modo de “i griega” en la cual la cacera madre era el pie y los dos brazos uno con dos tejas y otro con una, así se dividía el agua. Se coloco la losa en el suelo haciendo pasar el agua por ella y así se repartía desde la cañada Real para abajo. A esta división se la llamo “la losa de Cepones” cumpliendo una soberbia función durante cientos de años.

         Dicha losa aun permanece en el suelo de la cacera aunque inutilizada pues en el siglo XX se hizo una presa aguas arriba con una caseta pero con el mismo mecanismo de reparto, haciendo entrar el agua a un repartidor había “tejas” o aberturas que volcaban el agua a un lado o a otro.

         En el año 2004 este mecanismo quedo anulado al hacer una gigantesca obra hidráulica consistente en que los meses de necesidad se trasvasaría agua desde el pantano de Revenga a un gran depósito siendo ya innecesario el reparto por tejas.

         Este reparto a mi siempre me ha llamado la atención, pues es muy acertado y sumamente curioso con la medida de las tejas. Yo me he quedado largos ratos mirando la losa de Cepones que permanece tapado con un bunker de hormigón y un bocín arriba con un candado para que nadie manipulara la medida.

         Así la losa de Cepones permanece olvidada e inútil en las faldas de la Mujer Muerta.

Angel Traisset. 100 años


El milagro de la mula Farruca


         -¡Sólo la faltaba hablar ¡- me decía el centenario Ángel Traiseset-  ¡qué buena era ¡ Te digo yo que si hubiera hablado la Farruca había ido a la escuela. Si es que era inteligentísima, noble, lista era el no va más. ¡Sólo la faltaba hablar. Te lo digo yo – repetía el anciano señor al que le gustaba bailar con su mujer y lo estuvo haciendo en las fiestas del pueblo hasta los noventa y tantos años. – A esa mula la enganchábamos al carro para ir a la pradera de San Isidro en Madrid lleno de chicos y tenía más cuidado de ellos que el propio padre. ¡Sólo la faltaba hablar! La mula Farruca hizo un milagro y te lo voy a contar para que perdure en los anales de la historia a ti que te gusta escribir.

-¿tú sabes el milagro de San Isidro en Madrid?

- Si – le conteste yo- Un niño cayó a un pozo y llegó San Isidro e hizo crecer el nivel del agua hasta el brocal para poder coger en brazos a la criatura.

- Si señor – decía- pues la mula Farruca en la pradera de San Isidro hizo otro milagro.

Estábamos toda la chiquillería bañándonos en el Jarama un San Isidro en Madrid. Allí llevábamos la merienda y toda la familia pasábamos un día de campo. Habíamos ido con el carro y la mula. Había miles de personas, y ella permanecía suelta comiendo hierba pero se yo que estaba pendiente de los chicos que había llevado en el carro por si a alguno le pasaba algo. Si es que ¡solo la faltaba hablar!. Si regañaba algún chico forastero con nosotros se acercaba la mula y con las orejas gachas rebuznaba y ponía en orden al extraño. Pues digo que estando el rio lleno de bañistas yo me metí muy adentro, tanto que como no sabía nadar me ahogaba braceando en el agua, nadie me ayudaba, yo me veía morir, tragaba agua y de una manera angustiosa intentaba salir pero no hacia pie. Voceaba, pedía auxilio, y yo creo que oyó mi voz. La mula Farruca que me vio entre toda la algarabía  de gente echó a galopar hacia mí y mirándola todo el mundo y apartándose para dejarla paso a ver donde iba, en una de las vueltas de campana que yo daba en el agua me cogió de una pierna con su boca y levantando el cuello me sacó del ahogamiento seguro que se me avecinaba. Comenzó a andar hacia la orilla y con cuidado me dejo encima de un mantel que tenía mi madre preparado para merendar. Se quedaron todos boquiabiertos al ver el milagro que había hecho la mula.

            Como me quedaba yo boquiabierto al escuchar la historia que Ángel me contaba. Y para que no hubiera duda del hecho milagroso se levanto una pernera del pantalón  por encima de la rodilla y me enseño una moradura en la piel que era la marca que le dejó la dentadura del animal por salvarle de tan trágico suceso.

-         ¡ Si es que sólo la faltaba hablar ¡

Ángel Traisset  ha cumplido cien años en 2014 y esta historia me la contó a mí un día tomando un chato de vino de los que aún con su edad toma.