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sábado, 15 de diciembre de 2012

Leyenda: EL ARCON DEL CONDE



Cuenta la leyenda que poseía el conde un cofrecillo del tamaño de una cuartilla que es la mitad de media fanega y esta era un cajón terminado en pico para medir el grano a la vez que se echaba en los costales.
Media fanega


Era este cofrecillo un bello cajón repujado con cuero en las esquinas y con remaches dorados, clavos de hierro con hermosas cabezas y en
la misma madera incrustaciones de esmeraldas que daban un hermoso tono verde al arconcillo para referenciar lo que había dentro. Cerradura de hierro forjado y bañada su correspondiente llave en oro para realzar el valor de tan preciosas joyas que en el interior permanecían.



Había recibido este cofre el conde de manos del rey Carlos I por su valentía en la lucha contra los comuneros en la ciudad de Segovia a la vez que le había reconocido como posesiones suyas un gran número de obradas de tierra que llegaban desde Torredondo por Bernuy de Riomilanos a Hijasalvas, Valdeprados donde tenía un castillo el conde, toda la falda de la sierra hasta donde se perdía la vista allá por Turégano y su castillo que eso ya era del obispado. Le había concedido el rey el título de Conde de Rio Frío y Rio Milanos que posteriormente pasó a llamarse de Puñoenrrostro y habíale nombrado Contador Real.
Avaricioso como era dicho señor cuando abrió el cofre y vio todo repleto de esmeraldas sus ojos cuenta la leyenda se le volvieron verdes, del color de dichas piedras precios y las acarició suavemente sonriendo en su interior por tan grande riqueza. Cientos de piedrecitas del tamaño de un garbanzo había en es cofre. Una mueca picarona y avariciosa iluminó el rostro de dicho personaje.
Pero el rey le hizo prometer al conde:
" DE CADA ESMERALDA QUE SAQUES DEL COFRE, DEBERAS DAR OTRA A UN POBRE, PUES SI NO CADA SIGLO PERDERAN VALOR "
Eso significaba que si sacaba una esmeralda para hacer un anillo a su mujer debería de dar otra a un pobre. Si sacaba cinco para hacer un collar debería de dar cinco a un harapiento. De lo que significaba “perder valor cada siglo” nunca lo llegó a adivinar el conde, pues no llegó a vivir un siglo. Pero era que cada cien años si no había dado el cincuenta por ciento de lo que sacaba del cofre irían las esmeraldas convirtiéndose en oro, y cien años después en plata, y un siglo después en cobre y así sucesivamente “perdiendo valor”.
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El cofre junto con las esmeraldas nunca pagó tributo alguno a los pobres vergonzantes, ni a los pobres de solemnidad, ni a los pobres enfermos tocados por el fuego sacro, ni errantes ni menesterosos, ni ambulantes ni trotamundos, pues en cuanto el conde se separó del rey se olvidó de lo prometido y no creyó que fuera verdad lo de “perder valor”. Se fue heredando tan valioso tesoro del padre al hijo y luego al nieto, y así sucesivamente al igual que heredaba el título de conde el primogénito de la familia.
Ei arcón acabo con piedrecitas de río


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Al llegar el año 1600 como no había tributado nada a los pobres las alhajas de corindón se convirtieron en oro, pepitas de oro bastante gordas. Los herederos seguían haciéndose collares, anillos o pagando favores con semejantes joyas, pero ninguno cumplió la promesa.
Al llegar el año 1700 eran bolitas de plata las que había en tan hermoso cajón, un siglo después eran de cobre, pasados cien años dichas bolitas se hicieron de hierro y cuando llegó el siglo xxi el cofre tan valioso que comenzó siendo, estaba lleno de pequeñas piedrecitas de río que sólo valían para que los niños las lanzaran con el tirador.
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El cofre que era un hermoso baúl pequeño se vendió a un anticuario y ¡sabe dios dónde parará!.




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