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La imaginación es mas importante que el conocimiento

lunes, 29 de octubre de 2012

Cuento de navidad: PASO A NIVEL SIN BARRERAS

Era el cinco de enero, hacía frío, pero a pesar de todo se podía dar un paseo por el campo.Después de comer, el “marqués” se puso la visera ganadera y cogió su “haiga” para ir a ver una punta de yeguas que tenía al otro lado de la vía.

A decir verdad al marqués como a mucha gente de La Losa ese paso a nivel nos causa mucho respeto, pero no hay mas solución que tener cuidado al pasar. A no sé cuántos coches ha afeitado el hocico el tren por acercarse demasiado. El capot de uno ha estado tirado varios años al lado de la vía pues una conductora al pasar hizo el stop demasiado cerca y le afeitó el morro. A un pastor con su Suzuki ídem de ídem, y el que esto escribe, una fiesta yendo con el carro y el caballo cargado de chicos, pasamos la primera puerta, se quedaron los chicos en ella, atravieso yo con el carro los raíles y de repente un pitido largo piiiiiiiii ¡ el tren!, - gritaron todos-, mi hijo pequeño que no pasaría de cuatro años quiso correr hacia mí y yo : ¡Noooooo! Le sujetó su hermana bamboleando a los dos el aire que desprendió el convoy.


Bueno, pues decía que ese paso a nivel es peligroso e iba el marqués tan contento un cinco de enero a atravesarle con el coche, despacito miró a los lados y nada, no venía el tren, fue a pasar y con tan mala suerte que las traviesas de madera que están paralelamente colocadas a los raíles para igualarse en altura con éstos y puedan pasar los vehículos solo dejando la ranura de las ruedas del tren, una de estas traviesas al pisarla en una esquina se levantó e hizo palanca en el coche levantándole la rueda contraria y dejándosela en el aire. Rápidamente el marqués metió marcha atrás y ¡nada! El coche no se movía, al estar un palier y la rueda en el aire no accionaba la fuerza para que el coche rodara. Metió primera y…!nada! el coche seguía sin moverse, el marqués se empezó a poner nervioso, estaba atravesado en mitad de la vía con un coche nuevo y podía venir el tren y llevársele con él dentro . Volvió a acelerar, volvió a meter marcha atrás…!nada! ¿qué hacía? En una situación tan catastrófica ¿qué se puede hacer, a quién acudir? . De repente se acordó del 112 el teléfono de emergencias. Sí, llamaría a ese número a ver si había tiempo de avisar al conductor del tren. Sacó el móvil aceleradamente, no sabía ni que número marcaba, miraba a la izquierda, miraba a la derecha, ¡su coche nuevo y él dentro! ¿ Dónde irían a parar?.
-¡Señorita, señorita!-gritaba-
-Sí dígame
-¡Señorita, señorita!
-Le oigo perfectamente no se ponga nervioso, dígame - contestaba la señorita.
-¡Señorita, señorita! -gritó por tercera vez.
- Caballero tranquilícese que así no solucionamos nada.
Al observar el marqués que era contestado por el 112 quiso contar el problema y se quedo sin habla, vio como movía la mandíbula y el cerebro quería contar lo que le pasaba y no hablaba, no salía sonido por su boca. Lágrimas como toneles bajaban por las mejillas. Al final salieron las palabras:
-Mire señorita se me ha parado el coche en mitad de la vía del tren que va de Segovia a Madrid en término de La Losa a ver si usted puede hacer algo urgentemente.
-Avisaré a Renfe lo antes posible-contestó la señorita.
Colgó el teléfono y volvió a acelerar inútilmente su coche flamante, iba a perecer bajo la voracidad del tren, si éste venía de Otero le empotraría un kilometro mas allá en los andenes de las Navillas y si venía de este pueblo le sacaría por las trincheras de la Casilla la Mora.
foto internet

De repente: ¡Piiiiiiiiiiiiiiiiii! –el silbido del tren, ese pitido largo, estruendoso, penetrante hasta las entrañas, como las trompetas del final de los tiempos, con ese chaca chaca rápido, irrespirable ¡ el tren ¡ venía a toda la velocidad de Otero.
- ¡Ay mi audi nuevo ¡ ¡ adiós coche ¡ -pensó el marqués-
Se bajó del coche, cogió la chaqueta y se puso a agitarla como un loco, con aspavientos en mitad de la vía.
-¡Pare, pare!
¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ¡-pitaba el potente vehículo mientras se acercaba con una maldad mortífera en línea recta al marqués. Las lágrimas le caían a raudales, el corazón no daba abasto a bombear sangre, el sudor empapaba su camisa elegante y la chaqueta se movía como una bandera agitada impetuosamente en sus manos.
De repente observó como el tren aminoraba la velocidad, hasta se veía que frenaba, y como a metro y medio del “haiga” se paraba. Por las escalerillas bajaba un rey mago, era Melchor, con su túnica en verde fosforescente con una larga barba y un móvil en la mano. El marqués se abrazo a él:
-Gracias Melchor, sabía que alguna vez los reyes magos se portarían bien conmigo aunque de pequeño no me traían nada. ¡gracias Melchor! Y las lágrimas caían como ríos de la emoción.
-¡qué Melchor ni que leches!- contestó el maquinista que con barbas y con un anorak fosfórico de esos que usan en las carreteras había confundido en una ensoñación el marqués con un rey mago:- me acaban de avisar por el móvil de este peligro- y señaló el teléfono que aun tenía en la mano.



Este suceso es verídico, sucedió un 5 de enero de 2007

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