imaginación

La imaginación es mas importante que el conocimiento

sábado, 5 de mayo de 2012

EL PRECIO DE SER ARTISTA

Todos los años para la función grande acudía al pueblo Aniceto, artista conocido en Segovia y su alfoz porque popularizó la canción de “Una paloma blanca tutua- tutua “que luego tomaron otros artistas y la lanzaron a nivel nacional. Aniceto era un artista hecho él mismo, las puñaladas de la vida te hacen un genio muchas veces, con la llaneza del cantante que empieza en este mundo de la farándula, accesible, simpático, y sobre todo sonriente, con una sonrisa enigmática, un poco melancólica, como la Gioconda, una sonrisa mas interior que exterior, que a veces le miras y no se ríe, pero apartas la mirada de él y tu mente te dice que se está riendo, aparece y desaparece causándote una sensación de desconcierto, se lo juro amigo lector, como la de la Mona Lisa. En el tablado de la orquesta y siempre con permiso de los músicos cantaba su pequeño repertorio que solía consistir en su gran éxito de verano “la paloma blanca”, “ las flechas del amor “ y alguna mas de Karina con su toque en ingles , pero lo que no le faltaba en su actuación sacado de sus video-clips era un grito de guerra enérgico, que con el brazo del micrófono estiraba violentamente diciendo “yeeeeeaaaap” y que treinta años después ha copiado David Bisbal con gran éxito y Operación Triunfo le tiene como anagrama o símbolo de su anuncio. No se habían inventado todavía las disco móviles que unen la orquesta con el amanecer y para eso estaba el gran cantante Aniceto. Ese año se acabó la música puntualmente a las tres de la madrugada el caudillo había muerto hacía pocos años y la música con obligatoriedad institucional se acababa a las tres y la adolescencia y la juventud que siempre tiene ganas de mas se arremolinaron alrededor de este artista vitoreándole aplaudiéndole y agasajándole para dar un recorrido por las peñas que en esa época se llamaban guateques. Nada tenía que ver la música que sonaba en estos tugurios como los Beatles, los Rolling o Simón y Gardfunkel o toda la furia inglesa con la paloma blanca tutua-tutua de nuestro invitado con mezcla de castellano e inglés autóctono. Comenzamos el recorrido andando por las calles del pueblo en buscan de un guateque. Allí sólo se bebía limonada, aún no se había inventado el cubalibre, limonada pero a raudales, como cosacos y caliente claro, tampoco se habían inventado los hielos. -Aniceto ¡canta la paloma!- le decían.
La juventud le hacía corro, todo el mundo se callaba y cantaba un remix de su canción del verano de lo mas auténtico, nos explicaba los elepés que había grabado, discos de vinilo claro, aún no se habían inventado los cedés, dónde habían sido sus últimas actuaciones y cuales serian sus próximos conciertos, si había colocado una canción en los cuarenta principales y en qué puesto. Le aplaudían, le intentaban dar de beber, pero él nunca lo consintió, se molestaba si le obligaban a beber, perdía su enigmática sonrisa. Salimos del guateque y caminamos por el pueblo en busca de otro, alguien se encontró un trozo de palo y con un hatillo colgando a modo de cable y micrófono el cantante comenzó a tomar animación entre su público. En mitad de la calle un carro de vacas desvencijado y sin tapiales provocando a la etílica procesión, de manera insinuante y silenciosa atrayendo todas las miradas como si una voluptuosa joven nos guiñase un ojo, el vehículo allí estaba, todos le vimos. -¡Monta Aniceto!- le dijeron. Continuará..............

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